«Storyteller» no es más que el término inglés de Cuentacuentos (bueno, para ser exactos «cuenta historias»). Lo cierto es que analizando fríamente la sociedad, el mundo en el que vivimos nos damos cuenta de que vivimos rodeados de cuentacuentos. Todos en mayor o menor medida seguimos a «gurús» de un ámbito u otro o tenemos una marca fetiche a la que defendemos fervientemente, por poner algun ejemplo. No podemos negar que consumimos historias ya sean propias o de otros, pero las consumimos. Y si eso es lo que pide el consumidor, ¿por qué no dárselo?. Esta es la pregunta que se hacen las empresas. Muchas dejan de vender zapatillas para correr, para vender experiencias en la pista de atletismo… y no hace falta mencionar de qué marca estoy hablando, o sí?
Es cierto que hace unos años existía la «cultura del silencio», un miedo por ser plagiado, por revelar datos, por funcionar sin revelar información acerca de tus actividades… Esta cultura tuvo como desenlace fracasos empresariales como el caso Enron y fue entonces cuando empezó a tomar sentido la importancia de la transparencia informativa, que hoy podriamos enfocarlo más como la gestión de conversaciones. Una empresa, una marca, una entidad o una institución no son sólo sus dueños, existe un numeroso abanico de personas relacionadas con ellas que tienen algo que decir al respecto. Todos los miembros tienen alguna historia interesante que contar, ya sea positiva o negativa, pero siempre interesante. Hay esta la importancia de la gestión de conversaciones. Porque gestionarlas no es sólo darlas un orden de paso, sino atenderlas, ver si es una crítica positiva y crecer con ella, o si es negativa y poner los medios necesarios para subsanarla. Por muy bueno que un producto sea, se puede dar el caso de estar enfocándolo al target equivocado, y si no hacemos caso de las señales que estos consumidores nos hacen llegar (a través de cartas al director, e-mails a la empresa, quejas al servicio de atención al cliente y ahora cada vez más, comentarios en blogs, twitter, facebook y demás redes sociales), cuando queramos darnos cuenta del error cometido será ya tarde y, lo mas probable, dificil de arreglar.
Contar historias no es fácil. Tienen que ser historias personalizadas, pues todo receptor quiere sentirse único mientras la escucha, y además tener una contextualización acorde con el momento. El mundo en el que vivimos se convierte en una gran obra de teatro. Como apunta Ch. Salmón en su libro: «perfecta ilustración del nuevo marketing, la venta una escena de teatro y el consumo un intercambio d experiencias».